Aug 222010
  

Para finales del mes de julio, la Revista de Arte y Ensayo Madrid en Marco conjuntamente con Espacio Niram organizamos un encuentro literario sobre José Luís Peixoto, reconocido escritor portugués. Sobre todo queríamos subrayar el costado poético de su obra para España, menos conocido que su faceta narrativa. Para ello, entre los invitados contamos con dos poetas, Ovia Herbert y Andrei Donarond, quienes, junto a mí, en calidad de director de la Revista organizadora y crítico, quisimos dar una visión del Peixoto poeta, esto es, el Peixoto que España no debe perderse, siendo la lengua portuguesa tan próxima al hispanohablante que, en muchos casos, ni siquiera necesita de traducción.

Bajo esta idea principal, abrimos el evento con una breve proyección de imágenes y videos sobre José Luís Peixoto, en la que introdujimos desde el inicio la voz del mismo Peixoto recitando sus versos. “Siempre es un placer poder escuchar a los poetas darles voz a sus creaciones”, me apuntó Ovia Herbert. Y así, bajo el silencio del público de la sala al comienzo de la proyección, llegaron a los oídos de todos, con la voz del poeta y en español, las palabras de uno de los poemas más afamados de Peixoto: “A la hora de poner la mesa…”, del que Donarond destacó “la sencillez expresiva con que pone de manifiesto la sensibilidad familiar, rehuyendo las sensiblerías”. Aún aguardaba una sorpresa mayor al público que, en parte madrileño, con gran atención escuchó al poeta recitar en portugués aqul “Madrid regressará sempre… Eu e Madrid Madrid não nos conhecemos bem. Sabemos o essencial e inventamos tudo o resto. Tanto a minha vida, como a vida de Madrid, já tiveram muitas formas”. Era necesario que este poema surgiera en la velada cuando era en Madrid el homenaje al poeta. Era necesario también porque, como auténtico madrileño y organizador, trato de no pasar por alto a mi ciudad como tema artístico o literario cuando lo encuentro. Y en el momento comenté algo conocido por todos y es la idea de que en la identificación que el poeta realiza con Madrid está el reflejo de una verdad insondable de la ciudad: nadie se siente extraño aquí, sino extrañado por no serlo. Y así, de la proyección sólo quedaba un elemento más que diera ya pie a los comentarios de los invitados, como era escuchar a Peixoto recitar el santo y seña de su arte poética: “la letra p no es la primera letra de la palabra poema, poema no se lee poema, se lee pan o flor, se lee hierba”.

Hubo unanimidad en cuanto al estilo sencillo e íntimo de los versos libres, y la evidente musicalidad del portugués, punto esencial a la hora de escuchar los poemas recitados por Peixoto en la lengua de origen. Se destacó el fondo familiar que escuchamos tanto en “A la hora de poner la mesa…” como en otro que recité yo para acentuar más esta temática, “Palabras para mi madre”, en el que, según Donarond, “se contenía el hecho cotidiano de amar sin tener que escribir o decirlo, sobre todo respecto de los padres o hermanos, reservando las palabras para aquéllos a los que amamos después en el mundo”. Aprovechando que salía a relucir el tema del amor, junto a la muerte, temas que son piedra angular en la poesía de Peixoto, se recitó otro poema de gran valía, titulado “Este libro”, en el que tanto Ovia Herbert como yo subrayamos la facilidad con que el poeta lograba la metamorfosis de ser libro y página, y llevar a la amada a besar el papel para culminar el encuentro amoroso. ¿Es el poeta el verso, la página, el libro, o está justo detrás y besa a través de ellos? Nos planteamos la pregunta sin hallar respuesta, para terminar, con sentido del humor, en los versos del propio poema: “no me preguntes nada. Yo no sé responder a todas las preguntas del mundo”, señaló Donarond, intervención que abrió la puerta de la reflexión poética en que hube de sumergirme durante unos minutos. El arte poética mencionado me empujó hacia uno de mis temas favoritos, metalingüístico, nietzscheano, y que también estaba presente en los poemas de Peixoto: la lucha y superación de la palabra, la vuelta al mundo de la experiencia con la palabra como metáfora de la vivencia, frente a la retirada hacia el mundo conceptual de la palabra, hacia el sistematismo que todo lo ordena y etiqueta, como bien leímos a propósito de ello en el poema “Todo será ordenado”. Al fin y al cabo, sostenía Nietzsche, las palabras son una serie de sonidos más o menos arbitrarios que usamos para sustituir una realidad; al fin y al cabo, dice Peixoto: “el poema no tiene más que la sonoridad de su sentido”.

Al finalizar el evento, Herbert, Donarond y yo vimos rostros satisfechos que declaraban el éxito de aquella tertulia: el público marchaba, efectivamente, con Peixoto en su interior, con sus versos en los labios, y con el sonido, ese fundamental sonido del poema, recorriendo el camino que va desde los oídos, bien a la cabeza, o bien al corazón. Yo me quedé con mi pequeño discurso filosófico y la extraordinaria sensación de haber acercado con Peixoto un poco más Portugal hacia España, y más concretamente hacia Madrid.