Midsoul Wölf
En Habitante ficticio (Niram Art, 2013) ocurre que, como poetizara Walt Whitman en el conocido verso de Hojas de hierba, «en nuestros dedos no descansan unas hojas, sino que tiembla un hombre». Yo diría que no sólo un hombre, sino el Hombre.
De todas las caras que ofrecemos al mundo ¿Cuál es la real? Puede ser que todas ellas o puede ser que ninguna. En Habitante ficticio nos encontramos ante el dilema de la identidad, que en los tiempos que vivimos ha venido a convertirse en uno de los mayores problemas para el pensamiento. Las máscaras, la farsa que hacemos de nuestro ser terminan por convertirnos en meros entes de ficción, ilusiones incluso para nosotros mismos. Hasta tal punto es así que podemos llegar al extremo de no saber quiénes somos e ignorar cuál es nuestro lugar si alguna vez tuvimos uno. «Todos estamos perdidos en el mundo», sentencia la novela, casi al final del primer capítulo.
La delirante situación que Fabianni Belemuski nos traslada puede recordarnos a aquel Segismundo en su torre, con su “toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”; es decir, el tema del gran teatro del mundo, radicalizado en nuestra época. Precisamente, el protagonista de la novela, un desconocido incluso para sí mismo, despierta en mitad de un vacío tan angustioso que, como animal de presa, se ve en la necesidad de huir mientras trata de reconstruir su propia historia. Se trata de un protagonista anónimo, carente de nombre.
Nos faltan seguridad, certidumbres, sembrándose a nuestro alrededor desconfianzas de todo tipo. Singularmente me recordaba a aquella película de Cristopher Nolan titulada Memento, sobre todo en la forma inconexa de ir relacionando personajes y hechos, lo que contribuye a reforzar y transmitir la amnesia e inquietud del protagonista, y en la llamada del título al tópico latino memento mori, recuerda que has de morir, no como una amenza, sino como la única seguridad que se tiene. Precisamente hace un guiño a la cinta en las primeras páginas, dando el motto de la novela: “¿Qué harías tú si fueras el personaje de una película, por ejemplo de Amnesia?” (nombre con el que, por cierto, también se conoce el film referido).
No menciono el séptimo arte porque sí. Sin desvelar nada de la trama al lector, puedo afirmar que lo cinematográfico actúa en Habitante ficticio con el doble valor de técnica narrativa y alegoría.
Leyendo la novela nos sentimos por momentos igual que ante el visionado en un cine. Exteriorizaciones objetivas de las acciones contrapeadas con el monólogo interior como técnica literaria. Y, justamente, la ficción fílmica es la metáfora que Fabianni aprovecha (como antiguamente se hizo con el teatro), para representar las vicisitudes del protagonista.
Entre los personajes, especialmente me quedaría con la descripción que Fabianni Belemuski realiza de Johana, el personaje femenino: “No supo decirme que ella era una mujer para mí. No es una mujer con la que se pueda comunicar mostrando las cartas. Hace falta tacto, elegancia, sabiduría y destreza (…) Es orgullosa y ambiciosa, mujer firme y de confianza. Siempre regateando sus sentimientos, no se entrega con facilidad, ella quiere ser merecida sin ser un premio”. Es una mujer que se tiene en valor a sí misma, que antes de vencerse prefiere doblegar el mundo, exigente con cuanto la rodea, fuerte. Una mujer contemporánea, verosímil, escapando de la “mujer fatal” y de la “mojigata”, de la mujer como complemento de la masculinidad o de la mujer varonil como personajes tipo en la literatura.
Fabianni Belemuski opta por construir una feminidad independiente, compleja, con personalidad y sentido propios.
A través de determinados guiños, como se ha referenciado en varias críticas, es reconocible la influencia de Franz Kafka en una combinación de El Proceso y El Castillo, reactualizando los motivos argumentales de aquél, y siguiendo la línea de autores que recogieron el legado kafkiano (me refiero a Camus, Sartre, Borges…). E igual que sucede con Kafka y su obra, Habitante ficticio se convierte en nuestras manos en una novela que admite una multiplicidad de interpretaciones, desde las más metafísicas, vitalistas y existenciales, pasando por la búsqueda religiosa, la lectura psicológica y, como no podía ser de otro modo, la perspectiva social.
En definitiva estamos ante una novela, como empecé diciendo, de marcada originalidad, única en su género, y ante un escritor que, indudablemente, pisa fuerte en las letras contemporáneas.
Por todo lo dicho, no quiero terminar sin recomendarles a todos ustedes encarecidamente la lectura de Habitante ficticio, en cuyas líneas quizás se encuentren consigo mismos.