Sep 082011
  

Por Diego Vadillo López.

Comparten los poemas de Eran Eisen una serie de características. Son los suyos, por lo general, poemas breves y evocativos a un tiempo. Con escasos mimbres consigue generar una atmósfera envolvente; algo inaudito si tenemos en cuenta la parquedad de sus modos expresivos, sustentados en una sencillez becqueriana, si bien más prosaica.

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Furioso

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Hasta poder tocarte

Es su poesía ligera solo en apariencia, ya que consigue ahondar en la propia experiencia de forma minimalista.

Se muestra Eran Eisen como diestro captor de instantes. Él nos ofrece en sus poemas el sentimiento de un lapso concreto. Una tenue desolación tiñe piezas como “Mensajes”:

Mensajes

Madrugada

Casi mediodía

Cuatro mensajes

Ninguno tuyo

Lo sé

Su verso breve y preciso posee facultades embriagadoras. Nos cerciora del suave desasosiego que lo hace, por ejemplo, desear la presencia de un amor.

También deja entrever de fondo la soledad y el hastío de una existencia sin sentido en un mundo absurdo, perceptible a través de un tono de cierta contrariedad ensimismada, no exenta, también de lábiles guiños lúdicos, cercanos a la humorada (subgénero ideado por Campoamor):

Despertando

Cuando partí

Estabas durmiendo

Cuando paseaba

Estabas soñando

Cuando volví a casa

Te despertaste

Dentro de mí

Pasión

Torcer

Aplastar

Romper

Morder

Controlar

Tú das

Aplica, además, ciertos cánones de la poesía tradicional a una atmósfera urbana.

Se ejercita Eran Eisen en una poesía contenida; los versos, de arte menor en su mayoría, evidencian un refreno, una contención que abunda en la sobriedad, a la que se suma también una calidez y cierta trasparencia: una poesía desnuda fácilmente accesible al lector medio (al menos en su superficie).

Emplea un lenguaje directo.

La poesía, es cierto, se puede hallar en los lugares más insospechados y en los objetos más impensables.

Consigue Eisen cierto profundo lirismo desde la naturalidad, resarciendo al prosaísmo de la trivialidad, sin por ello recurrir a floritura o pirueta alguna.

Ese lograr transmitir la intensidad interior con escasos aperos de convención lo hace recurrir a la audacia, para conseguir la hondura por la vía de la mostración de un paisaje interior en conexión con el entorno que lo envuelve momentáneamente. Muestra su voz lírica en soledad a través de pequeños-medianos versos, que poseen autonomía unos con respecto a los otros. No los une ninguna pausa sintáctica, si acaso algunos son emparentados mediante encabalgamientos.

Unificados por el contexto, los versos son como retales de corrientes de conciencia, a su vez ubicados por el instante al que aluden. Las secuencias que refieren los versos son constituidas por empalmes de breves trozos de cobre y goma, construyendo el cableado por donde fluirá la corriente poética.

Cercanos a la poética del silencio, los poemas de Eisen (la precisión de sus consideraciones) fluyen en perfecta comunión por una métrica nada enrevesada y sí muy concisa, la que alberga pausas no marcadas tipográficamente con una mayor separación interlineal, pues estas nos sorprenden durante la propia lectura.

A veces, de manera muy pautada, marca los tiempos de un momento estremecido (¿por el amor?); otras centra su atención en pequeños detalles del paisaje del día a día: los semáforos, los porteros, y, sin afectación, sublima su presencia en la realidad:

Nueva York

Lluvia inquieta

El amarillo controla el tráfico

Anda… No andes…

Second Avenue

En el centro de la ciudad un café

En un rincón

Personas en movimiento

Con un paraguas

Los porteros

Ellos abren

Cierran

Invitan

Sonríen

Guardan

De día y de noche

Los secretos

También resulta, a veces, cercano a los haiku, toda vez que suponen sus poemas auténticos esquemas en los que apunta síntesis unidas, a su vez, en la síntesis total de un momento dado (que eso es lo que cada poema supone).

Los poemas de Eran Eisen son (según parece) esquemas de sus sentimientos, tironeados estos por la inmensa contemporaneidad y por el mundo interior.