Oct 042014
  

Ribeteando el vacío

Diego Vadillo López

 

Yolanda Domínguez

Accedí a la obra de Yolanda Domínguez por casualidad. Me fascinó.

Me parecía que esta artista moldeaba los aspectos más deleznables de la cotidianeidad de una manera fastuosamente sencilla; que hacía macramé con el vacío, que esculpía la ignominia en cada uno de sus trabajos de video-arte…

En propuestas como “Poses”, “Rebajadas” o “Pido para un Chanel” no me parecía atisbar un propósito denunciador, ni denostador, sino enunciador. Enunciaba —a mí me lo parecía— muchas de las conductas en las que incurrimos, muchas veces sin darnos cuenta, por estar insertos en las actuales sociedades de mercado de las que Erich Fromm ya anticipaba que estandarizan personas igual que productos haciendo adentrarse a la masa en una rutinaria conformidad y generando desasosiego en quien queda excluido de tales o cuales gregarismos.

Yolanda Domínguez no hace otra cosa que mostrarnos que la realidad, tal como la hacemos, es muchas veces sonrojante.

Por ejemplo, en “Rebajadas” contrataba a dos actrices que teatralizaban una pelea en la entrada de unos grandes almacenes por hacerse con un mejor posicionamiento. La anécdota salió incluso en los telediarios. En “Pido para un Chanel”, una señora elegantemente ataviada desahogaba su frustración por no poseer el montante necesario para hacerse con un producto de dicha firma frente al escaparate de tan exclusiva marca —en plena calle Ortega y Gasset, en Madrid—. Y hasta tal punto llegaba su desazón que, ni corta ni perezosa, esgrimía un cartón donde se podía leer eso mismo: “Pido para un Chanel”, sentándose en la acera ante la estupefacción de no pocos de los viandantes que por allí transitaban.

Muchas de las conductas que aparecen en sus “obras” reflejan comportamientos no muy distantes a los que se dan en la realidad, una realidad tantas veces irreflexivamente fetichista.

Por muy agresivos que puedan parecernos algunos de los videos de esta artista, no son otra cosa que el espejo en el que colectivamente podemos toparnos contra aquellas conductas que proyectamos. Verbigracia, en “Azafatas, round 1” multitud de viandantes cogen encantados unas supuestas papeletas publicitarias que ofrecen un par de chicas muy vistosas corporalmente hablando, ceñidamente vestidas y con sendas minifaldas cortísimas, pero la sorpresa de aquellos que de buen grado cogían las papeletas era mayúscula cuando comprobaban que no había nada en ellas, solo un mero recuadro sin nada más que un palmario vacío de contenido.

También saca mucho partido Yolanda Domínguez a la descontextualización, esto es, a la implantación de una serie de realidades en ámbitos muy otros que los esperables: claro ejemplo es “Acción para médicos del mundo”, en el que varias personas, vestidas con el camisón propio de los enfermos convalecientes en hospitales —abiertos por detrás, dejando ver salva sea la parte— y arrastrando el goteo del suero, pedían limosna por las calles; también era un muy eficaz trabajo, cuando de atraer la atención se trataba, “Poses”, en el que mujeres de diferentes edades, alejadas del patrón habitual de la modelo de pasarela, o de catálogo de modas, adoptaban las afectadas posturas de estas últimas en los contextos más triviales, pero, a la vez, más peregrinos cuando se adoptan semejantes ademanes —mercados, célebres hamburgueserías yanquis, parques públicos…—. Quedaba así constatado el absurdo al que a diario asistimos, pese a pasarnos las más de las veces desapercibido. Por ello nuestra artista adopta el papel de Diógenes de Sínope burlándose de la manada en lo que es una llamada de atención con el componente plástico-intelectual en rededor. Pero el aviso se hace de la manera más sutil —sin los aspavientos del sabio cínico—, como decíamos, enunciando una serie de conductas las cuales son objeto de atención y generadoras de asombro por el uso de la táctica de la deslocalización —de su inesperada materialización en los terrenos de lo inusual—, o por su grotesquización por la vía de una suerte de realismo mágico trasladado a pie de acera. La mayor parte de las experiencias quedan desleídas por entre el flujo social, que tantas veces produce similares lances sin mediar premeditación alguna.

Se acerca esta artista con sus “proyectos” a asuntos candentes del día a día, pues los mensajes de fondo son muy claros, superando la oposición arte-vida, como propugnaban los dadaístas, y para ello entra más en la lógica que ya vaticinaba José Luis Brea para la contemporaneidad: la de un arte que no se expondrá, sino que se difundirá, no en vano los soportes, cada vez más, abocan a la constante reproductibilidad.

Muy interesante se me antojó la acción de reunir a un montón de mujeres para acudir al Registro Mercantil a registrar su propio cuerpo, quedando denunciada así la objetualización a que queda reducida la mujer en nuestras sociedades (cf. “Registro”).

Todas estas sistemáticas poseen un cierto rasgo situacionista al emplear técnicas y métodos propios del ámbito publicitario con el objeto de conseguir los efectos justamente contrarios —al huir de la expresión gratuita, de la primacía del efectismo, pues en los trabajos de nuestra artista van unidos el fondo, la expresividad y el innegable componente lúdico-humorístico—. Y es que solo haciéndose discriminado uso de los medios de difusión —como es el caso— se evita caer en la dinámica, tan actual, de generar la indiferencia del respetable, harto de ser obsequiado con una reiterada entronización de lo banal. Por ello nuestra artista se ejercita, como lo hicieran los situacionistas, en la generación de situaciones, enfrentándose a un sistema, el de la sociedad de consumo —cada vez más bronco y sibilino a un tiempo—, que tiende a situar a las personas de maneras estultamente estandarizadas.

Yolanda Domínguez atenta en sus trabajos contra la banalidad y la alienante falta de sustancia en el occidente contemporáneo y aledaños. Lejos de padecer horror vacui, se vale precisamente del vacío que nos adorna en la actual posmodernidad y desarrolla una intelectual papiroflexia con el mismo, la cual nos es ofrecida en formato video-art.