Sep 082011
  

 

Por Diego Vadillo López

Los Enemigos han quedado como grupo de culto. Su alma: Josele Santiago, quien con sus letras otorgó una impronta sui generis a la formación, continúa su trayecto en solitario, como ese cowboy de lo tremendo-desapasionado que es.

Sigue portando Josele el aire de rock malasañero que caracterizara a la insigne banda, no en vano Los Enemigos era un grupo que exhalaba un madrileñismo, implícito y nada dogmático, que era el del propio Josele. Era la suya una chulería idiosincrásica y nada prepotente. Un estilo, en definitiva, aquel que exhibieran, tributario de las melodías pendencieras de Burning y del rock de ladrillo visto edificado por Rosendo, ya desde Leño.

 

Creemos que es un letrista huraño (áspero) Josele, porque sus canciones abordan circunstancias poco edificantes: como el hecho de que en un pueblo colgasen de un árbol a un sujeto por miccionar en una paella comunal, tras serle denegada la participación en la ingesta de la misma (“La paella”); o la historia de un joven que se ahorca ante la presión que le suponían los estudios (“Septiembre”); o las correrías de un muchacho con tendencias psicopáticas (“Paquito”); etc.

Una canción con un fondo de gran calado se me antoja “Me sobra carnaval”. En la susodicha trova empieza Josele trasmitiendo ese vértigo del devenir cuando escribe: “Aunque los platos pagues/ ya no hay quien te devuelva/ lo que un día no supiste/ y ahora sabes”; continuando, aborda aquella circunstancia para la que Braudillard elaboró el concepto de “simulacro” con el término “carnaval”. Aclara, además, que en tal juego se entra pero no se sale. Sin duda alude a ese territorio que, en términos braudillardianos, precedía al mapa y que ahora, habiendo mediado giro copernicano, es precedido por un mapa de incierta cartografía. “PRECENSIÓN DE LOS SIMULACROS”, lo llamaba Braudillard, y quiere referirse no a la imitación, ni a la parodia, acaso a “una suplantación de lo real por los signos de lo real” (J. Braudillard).

La identidad que hemos aventurado entre las tesis de Braudillard y el guiño del letrista-cantor, lejos de venirnos dada en desnuda escritura, se acompaña de unas imágenes de gran audacia, en perfecto maridaje con el prurito de trasmitir con eficacia el fondo, eso sí, para el receptivo-perceptivo. Ya el título se me antoja genial, por lo que comporta la utilización del término en el contexto de la canción, como más arriba se dijo. Después, en la tercera estrofa, escribe: “Amigos como treguas/ olvida lo que sabes/ ahora somos animales”. Trata de poner de manifiesto, y a fe que lo consigue, el bueno de Josele, haciendo uso de su particular expresionismo, la animalización a que está sometido el hombre, gregario por demás. Hasta tal punto, que compara a las amigas con “yeguas”. También expresa el desengaño cuando escribe “amistades con fraude,/ remedios que siempre llegan tarde”.

Asimismo, se advierte en la canción el hecho de que de nada sirve el acceso a ciertos estadios de lucidez: “muérdete la lengua/ y baila infeliz”, un baile el expresado que es el que se ejecuta al son que tocan quienes manejan los resortes de control social.

Otra estrofa, brillante por demás y que no merecería ser pasada por alto a estas alturas del artículo es la que sigue: “Voy derecho al desguace,/ con mi nuevo disfraz,/ voy vestido de barbaridad”.

Si acercábamos “Me sobra carnaval” a Cultura y simulacro, ahora, con en abordaje de “Septiembre” nos introducimos en zonas trasegadas por E. Durkheim. Como decíamos, esta canción trata sobre un suceso del que Josele se enteró por las noticias, y tanto lo conmovió el hecho, que se vio urgido a confeccionar la copla.

Resulta impresionante que la canción comience: “Por qué estoy frío si hoy hace calor”. A Josele le gusta en sus letras mostrarse algo críptico, como si quisiera hacer un guiño a su audiencia para que entrara en el juego de desentrañar sus mensajes en clave.

Sigue diciendo la letra: “yo iba a ser un gran tipo, todo un ganador/ será que no es lo mío esta competición…”.

Más adelante continúa: “En septiembre yo no voy a estar,/ en septiembre no pienso vendimiar”. Usa Josele todo un entramado de alegorías que, al margen del componente lúdico de tener que aclarar lo urdido de manera compleja, resulta tétrico al cabo; como cuando se dice: “Voy a estrenar corbata hoy,/ por fin haré algo de verdad,/ qué feliz soy…”. Teniendo en cuenta que el joven en el que se inspira la canción se ahorcó, resulta tétrica la alusión al estreno de una prenda característica del vestuario masculino como es la corbata.

Otra canción muy estimada por su público es “An-tonio”, tema de tintes elegíacos, en la que, también de modo críptico, se alude a la cesación de sus actividades musicales por parte de un tal Antonio, aduciéndose una irreversible desgana. Las tinturas surreales brotan del hecho de que el tal Antonio quiera montar un bar en el fondo del mar. Y es precisamente cuando, en sugestiva prosopopeya, el cantante se refiere en segunda persona al propio mar instándolo a la devolución del protagónico supuesto malogrado cuando broten las más sagaces imágenes: “Sopita de sal, ahora picas más,/ puta del sol./ Amante del viento, fosa común,/ vomítalo”, y sigue: “Guardián de la espuma salpimentá,/ ¿es que no tienes bastante/ con su dolor?/ Chochito del mundo, ¿qué más quieres tú?/ El día que sus cenizas canten/ no será por ti,/ por ti no”.

Realmente sugestivas las imágenes a través de las que lanza requerimientos al inmenso mar.

Porta esta última canción rasgos de gran distinción y genialidad. Una cierta magia: esa propia del expresionismo que supedita la enunciación del sentimiento por encima de lo hiperreal.

Josele posee un mundo interior del que sabe extraer, con la cuchara de su agudeza, porciones brillantes, si bien adobadas con ese poso de desapacible desencanto.