Sem Tob, nacido en Carrión de los Condes (Palencia), fue uno de los grandes humanistas del siglo XIV castellano; sus orígenes e identidad eran judíos, matiz que otorgará una determinada impronta a su vida y a su obra, en concreto.
Es la tradición judía, entendida como compendio de sagas y datos históricos, la que a través de los siglos ha otorgado inaudita cohesión al pueblo instituido por los padres fundadores, nómadas provinentes del desierto, emigrados de Egipto con Moisés como catalizador. Estos emigrantes portaron una idiosincrasia de conjunto culminada con la alianza con Dios. Tal creencia no tardaría en imponerse en la tierra de Israel, convirtiendo a aquellas tribus en una comunidad de destino con plena conciencia de sí, si bien no dejando de contar con una organización federal y flexible [1].
Pasado el tiempo, cuando las circunstancias comenzaron a tornarse adversas, destruido el Templo, consiguieron mantener viva la llama espiritual [2]. Un nuevo ejemplo lo constituyó la llegada del cristianismo. En el Imperio bizantino sufrían continuas restricciones.
En los inicios de la Edad Media los judíos del Imperio romano fueron extendiéndose por la Península y otras zonas europeas [3]. Mientras, se iba obrando el distanciamiento de la Iglesia respecto de sus raíces hebreas, merced a una paulatina y universalizante helenización [4].
A la invasión árabe en el 711 de la Península Ibérica, se unir á, como decimos, la presencia de los judíos, mas en tiempos de la llamada Reconquista, que duraría ocho siglos, hubo luengos lapsos de tiempo marcados por la coexistencia y la mutua tolerancia [5]. No obstante, también existían factores de índole estratégica: por un lado, la gran expansión de los reinos cristianos durante los siglos XI y XIII, unida a la escasa demagogia antisemita por parte de los predicadores en esta hora, contribuyeron a contar con los judíos como pobladores de los reinos con objeto de paliar la escasez de población, además se daba la urgente necesidad de contar con personal cualificado (hábiles en el comercio, en el conocimiento de lenguas, especialistas en medicina…) [6].
Por otro lado, en la Corona de Castilla se libraba el litigio sucesorio entre Enrique de Trastámara y su hermano Pedro I, azote antisemita el primero como reacción a la política filojudía del segundo [7], lo que quebraba, en parte, la tolerancia con los judíos que venía caracterizando al reino de Castilla desde la conquista de Toledo por Alfonso VI.
Hans Küng explicaba a la perfección algunos de los factores que supusieron a la larga un cerco a la comunidad judía en la Castilla medieval: “El estamento gremial cristiano había cerrado a los judíos las profesiones artesanas. El sistema feudal les impedía la adquisición de solares y terrenos. El comercio exterior había pasado a otras manos. ¿Qué podían hacer los judíos si querían sobrevivir? Tan sólo les quedaba el comercio al por menor y la venta ambulante” [8].
Pues bien, en este panorama complejo e inestable se desarrollaría la vida del rabí Sem Tob, aunque no llegó a conocer la peor etapa.
Pese a la enjundia de su obra lírica, Sem Tob no ha contado con las atenciones que otros grandes de las letras castellanas de su tiempo: el Marqués de Santillana, Don Juan Manuel, o Juan Ruiz. Algunos de los motivos de tal injusticia se pueden intuir, pero aduciremos alguna razón de manera más dilatada y, por ende, más justificada en las líneas sucesivas.
Sem Tob está circunscrito a la clerecía rabínica, la escrita en español según la normativa del Mester por judíos cultos. En un sugerente artículo [9], Victor Ivanovici nos mostraba como Tob se manejaba a la perfección en el entreverado de intrépidas figuras retóricas en sus versos. Este teórico nos habla de una tradición semítica (“hebreoárabe”), y no es que tal tradición fuera sólo privativa de árabes o hebreos, sino que consta también en la antigüedad occidental, mas la preceptiva clásica aconsejaba mesura en su empleo [10]. Esta tendencia la transportaron a la Península “los mestizos culturales, tales como los mozárabes […], los moriscos […] y sobre todo los sefardíes”. Y añade Ivanovici: “Incluso después de la ‘limpieza étnica’, que barrió con todas las minorías españolas, bastaba el menor relajamiento del ‘aticismo’ dominante —como en los tiempos del Barroco— para que el ‘asianismo’ latente subiera a flor de agua” [11]. Interesante este último apunte, ya que el debate entre la limpidez literaria y el abarrocamiento llega a nuestros días, incluso Don Juan Manuel tuvo su cambio de criterio entre el uso de una lengua más o menos oscura. Y ya en el XVII seguía vigente la controversia; también con los románticos y los neoclásicos…
Bien, si en la forma era exuberante Tob, no lo era menos en el fondo. De hecho, como afirmaba Amparo Alba Cecilia, Sem Tom fue citado y valorado por importantes autores cristianos castellanos, como el Marqués de Santillana. Esto pudo dejarlo en tierra de nadie en lo que a reivindicación de su obra se refiere [12]. No obstante, desarrolló también una pujante actividad política, adquiriendo relevancia en los reinados de Alfonso XI y Pedro I.
Sem Tob, como sabio políglota no sólo escribió en castellano, también tiene obra en hebreo, pero Marcelino García Velasco lo ubica a la altura de los grandes del XIV castellano y, parafraseando a Américo Castro, afirma “que Sem Tob fue el primer caso de poeta de auténtica expresión lírica, el primero en poetizar la belleza de las flores a través de un sentir de experiencia personal, y el primero en el que la poesía toma una cobertura intelectual, y el primero en el que aparece el tema del amargo vivir” [13].
El propio García Velasco, dilucida a través de los escritos del autor de “Proverbios Morales” un temperamento inconformista (preludio de la mística y la picaresca), como suele ser propio de las mentes lúcidas. Atisba, además, “pobreza de alegría y exceso de amargura”, junto con un recatado sentido del humor atribuible, quizá, a un rasgo de raza [14], algo en lo que coincide con Victoria Prilutsky cuando ésta vislumbraba ciertos reparos, como citar la Biblia con explicitud. Prilutsky coteja rasgos semejantes en “El Libro del Buen Amor” y en los “Proverbios Morales”. Ambas obras están escritas en primera persona, ambas cuentan con gran riqueza intertextual y más enseñanza fruto de la experiencia que libresca, mas Juan Ruiz queda exento de prejuicios y, por tanto, es más lúdico y explícito al manejarse con textos bíblicos, a diferencia de Sem Tob, que es eminentemente tácito en tales menesteres[15], lo que vuelve a conectar con la tesis de García Velasco que atribuye al rabí un temperamento más introspectivo, y es que, a su manera de ver, “el rabí es el primer poeta castellano en el que el racionalismo y la duda entran en el campo de la poesía” [16]. Sería, por tanto, uno de los pioneros de la poesía discursiva, nuestro Sem Tob, además de un precursor del barroquismo castellano; en definitiva, un intelectual con la suficiente médula como para sufrir tamaña desatención por parte de sus dos patrias.
* * *
Notas:
[1] Cfr. Küng, Hans: “El Judaísmo”. Trotta, Madrid, 2001, pp. 70-75.
[2] “Ibíd.”, p. 133.
[3] “Ibíd.”, p. 143.
[4] “Ibíd.”, p. 153.
[5] Cfr. Blanco Aguinaga, Carlos, Rodríguez Puértolas, Julio, Zavala, Iris M.: “Historia Social de la Literatura Española (en Lengua Castellana) I”. Castalia, Madrid, 1979, pp. 47-48.
[6] Cfr. Valdeón, Julio: “De la convivencia a la expulsión”. “Historia 16”, Nº 58, Año VI, (febrero de 1981), p.62.
[7] “Ibíd.”, p. 64.
[8] Küng, Hans: “Op. cit.”, p. 168.
[9] Ivanovici, Victor: “Sem Tob de Carrión: un poeta ‘sefardí’ en la España medieval”. “CECIM”, Cátedra I, Neuquén (2003), pp. 1-23.
[10] “Ibíd.”, pp. 8-9.
[11] “Ibíd.”, p. 9.
[12] Alba Cecilia, Amparo: “El poema penitencial de Sem Tob de Carrión”. “Revista de Ciencias de las Religiones”, nº 4 (1999), p. 8.
[13] García Velasco, Marcelino: “El rabí Don Sem Tob, judío de Carrión, visto por un poeta a través de su obra ‘Glosas de Sabiduría’ o ‘Proverbios Morales’”. “PITTM”, nº 73, Palencia (2002), p. 227.
[14] “Ibíd.”, p. 230.
[15] http://cvc.cervantes.es/literatura/arcipreste_hita/02/prilutsky.htm
[16] García Velasco, Marcelino: “Op. cit.”, p. 235.