Apr 272011
por Héctor Martínez Sanz, Madrid en Marco
El año pasado se publicó, gracias al trabajo de Dan Caragea, la versión portuguesa de la novela Gaura (2004) de Stefan Mitroi, con el título O Buraco, Água viva, Água morta -”El agujero. Agua viva, Agua muerta”, en español-. Precisamente es esta traducción, con portada del artísta pintor Romeo Niram, la que he tenido oportunidad de leer sin demasiadas dificultades, por lo que la recomiendo mientras no exista versión española de la novela.
Son varios los elementos que se entremezclan en esta novela. Sumergidos en la cotidianeidad de una aldea, Purani, Mitroi comienza el relato con el siempre misterioso halo de una maldición: todas las mujeres que se casan con un varón de la familia Preducel, terminan abandonadas dando a luz un varón que, a su vez, repetirá la historia con otra desafortunada. Todos los varones marchan de viaje y no vuelven. Pero, ¿qué sería de una aldea sin las habladurías y rumores? La maldición se ve envuelta de toda una suerte de historias acerca de qué les ocurrió a los Preducel, desaparecidos y sin que se volviera a saber de ellos. Esta imaginación de los vecinos surte un efecto en la novela: nos introduce en sucesos extraordinarios que van creando el ambiente a la historia que se nos narra, el viaje del último de los Preducel, Anghel, casado con Paulina y con un hijo, Sebastián. Un viaje extraño, sorprendente, que parece repetir, una vez más, la conocida maldición: Anghel, pocero, empieza una noche un agujero por debajo de la tierra, interminable, kilométrico, durante años, donde desaparece y del que sólo vuelve contadas veces, porque según avanza en su labor va siendo más difícil retornar. Sus pretensiones son un auténtico secreto para gran parte de la aldea y para el propio lector. De nuevo, las habladurías y rumores: va en busca de la Fuente de la Vida, el agua milagrosa que confiere una eterna juventud. Cierto o no, la aldea de Purani se ve revuelta ante la posibilidad de tener el mágico líquido al alcance de su mano. Y el lector se encuentra rodeado completamente de hechos fantásticos y fabulosos.
Stefan Mitroi emplea todo este marco para evidenciar ciertos temas actuales, como por ejemplo, el aprovechamiento político de la ingenuidad del pueblo, además de las inherentes consecuencias existenciales. Los más viejos del lugar se desesperan, e incluso creen en ello cuando Ciocanel, burócrata filósofo, utiliza los medios de comunicación para dar veracidad al rumor que corre de boca en boca como un mito ancestral. Todos en la aldea creen en la existencia de la Fuente de la Vida porque “lo han visto en la televisión”. La irracionalidad de la búsqueda o del mito, y la aún más irracional fe ciega en la “caja tonta” sirven para que Ciocanel salga elegido Alcalde en las elecciones. Tras ello, una serie de desgracias arrecian en la aldea: un devastador terremoto, una tremenda sequía, un torrencial diluvio y el ataque sanguinario de insectos, asolarán la aldea y los campos. Ciocanel, en esta ocasión, usará a Anghel Preducel y su agujero como cabeza de turco al que echar las culpas de tanta desgracia.
Junto a la ácida crítica de la realidad o el paisajismo de la población, son de subrayar el humor que Stefan Mitroi introduce por medio de la pregunta filosófica, no sin cierta ironía, el lirismo de gran parte de la novela como si estuviéramos ante un verdadero poema en prosa, y la fuerte presencia del mito. En cuanto al humor, destaca el personaje de Ciocanel, al comienzo del libro, como Secretario de Cámara, que atormenta a la población con sus interrogaciones filosóficas cada vez que un aldeano se acerca al despacho necesitando una certificación o documento sellado -nacimientos, matrimonios, defunciones…-. Las cuestiones planteadas son de este tenor: ¿Por qué las hojas de los árboles son amarillas en otoño y verdes en primavera? ¿Por qué del Girasol no sale nunca trigo? ¿Cómo la hierba verde se transforma en leche dentro de la barriga de la vaca? ¿Cómo cabe todo el roble en una bellota? ¿Por qué los peces no se oxidan si están todo el día dentro del agua?
En esos dias Ciocanel estaba muy feliz. ¡Dios mío, como buscaban ellos, tan minuciosamente, los significados ocultos del mundo! ¿Por qué los oceános son oceános y de donde vino toda esa inmensa cantidad de agua… Por qué los americanos y los rusos no consiguen atrapar los relampagos para usarlos los unos contra los otros como un arma?… Sería algo más poderosos que una bomba atómica o que los cohetes com ojivas nucleares (…). Y porque los actuales monos siguen siendo monos y ya no se transforman en seres humanos?
– Por que no les interesa. No te das cuenta que hay cada vez más hombres que se esfuerzan por transformarse en monos. Esto revelea que es más conveniente que sea así y no al contrario.
El lirismo, por ejemplo al narrar la muerte del tío Toma:
Anghel aprendió el oficio más rapidamente de lo que Toma pensara. Parecía que lo intuía. Poco timepo despues, el tío comenzó a ganar el color de la tierra en la que había cavado pozos toda su vida y, después de algunos días de sufrimiento, se mudó, con las manos descansando sobre el pecho, dentro de ella.
Pero, sobre todo el lirismo está presente en las cartas de Anghel Preducel, cobrando en intensidad cuando se descubre el gran secreto mítico. Anghel se encuentra con los Preducel desaparecidos bajo tierra, y con toda la historia de los muertos de Purani, quienes, mueran donde mueran, terminan por habitar el suelo profundo de la aldea. Este encuentro con los espíritus se narra poéticamente:
No creas que ellas están en algún oscuro agujero. Al principio, cuando las encontre, no entendí bien lo que iba a suceder. Yendo más hacia abajo, vi un gran prado bajo mis pies, el cual, si tener cielo por encima, estaba iluminado. La luz provenía del fondo de la tierra. Era una luz tenue, sin brillo. Abandoné las cuerdas y dí algunos pasos sobre la pradera. Ví a lo lejos, casi imperceptible, una especie de niebla, pero, después de acercarme, comprobé que eran unas blancas toallas que flotaban a poca altura, ahora para un lado, ahora para el otro, sin llegar a tocarse. Después percibí que la luz venía de ellas. Vi que alguien me llamaba. Mi corazón debería haberse detenido por el susto, pero no sentí ningún miedo. Algunas de esas toallas de nebulosa leche se aproximaron hacia mí y tomaron forma de personas. Persona de vapor, mejor dicho.
Sin cielo ni infierno, los muertos viven bajo la tierra, la misma tierra en la que son enterrados. Ningún Preducel abandonó a sus mujeres, sino que, al contrario, las amaron apasionadamente. Si no volvieron, fue porque el destino se cruzó en su contra. Especialmente curiosa es la historia del bisabuelo Gheorghe Preducel, único hombre que conocía la lengua de los animales y las plantas, y que un día de febrero, como cada año, marchaba hacia el bosque a visitar al Santo Vlasie junto al gran Roble donde éste vivía. Allí también se reunían todos los animales del bosque para cantar la llegada de la primavera. Era un verdadero milagro. Pero el Santo, sintiéndose ya sin fuerzas, pasó el testigo a Gheorghe. Otros antepasados se vieron envueltos en las duras circunstancias de guerras.
Las cartas de Anghel aportan el último rasgo que quiero señalar: el romántico. En ellas se contienen expresiones de amor, además de ser escritas en el mundo subterráneo de los espíritus, durante un periplo de evasión, tan próximo a los tonos del Romanticismo.
El agujero –O Buraco en portugués-, es una novela breve, lírica, romántica y realista, atravesada de costumbrismo y mitología legendaria, donde podemos observar el talento de Mitroi para manejar las imágenes fabulosas propias del género infantil al que también ha estado consagrado, desde el cuento hasta el teatro. Se trata de un autor único en su especie y su literatura, cuya introducción en España merecería ser estudiada con detenimiento.