Sinopsis:
Los crímenes de Oxford, de Alex de la Iglesia, 2008 – Un joven americano que estudia en Oxford descubre el cuerpo sin vida de su casera, una mujer que en su juventud había formado parte del equipo que descifró el Código Enigma de la Segunda Guerra Mundial. Poco después, un profesor de lógica de la universidad recibe una nota en la que se advierte que ese es el primero de una serie de asesinatos. El estudiante y el profesor deciden investigar el caso, utilizando códigos matemáticos, para encontrar el patrón que sigue este asesino en serie. (FILMAFFINITY)
Por Eva E.
Cuando los españoles quieren pasar por ingleses, el resultado es tan eléctrico como un tinto de verano con gaseosa sin burbujas tomado en una tarde lluviosa en Oxford y tan sutil como un plato de espaguetis a la Boloñesa tirado en tu cara.
En una calurosa tarde de mayo madrileña, buscaba entre las películas de Amazon Prime algo bastante específico, pero sin muchas ilusiones. He visto casi todas las series y películas británicas que se pueden encontrar en Netflix, Prime u otros sitios parecidos. ¿Alguna que se me haya escapado? Me apetecía ver algo frío, despacio, del tipo crímenes en una mansión, un suspense inteligentemente construido y envuelto en esa inconfundible atmósfera de época que es lo que los británicos saben hacer tan bien. Algo salpicado de ironía, con una pequeña dosis de sarcasmo que siempre flota más o menos perceptible en las películas británicas.
Los crímenes de Oxford, de Alex de la Iglesia
De repente, un título que desconocía: Los crímenes de Oxford, una película de 2008. ¿Y yo no la he visto? Qué raro. Completamente seducida por el título, no me hice los deberes de buscar reseñas y opiniones sobre ella. La ciudad de Oxford y crímenes, ¿What could possibly go wrong?
En los créditos del principio leo muchos nombres españoles, lo que me desconcierta un poco y me siento inquieta. Debía haber buscado referencias. El director es español, Alex de la Iglesia, el guionista también tiene nombre hispánico.
Sin embargo, sigo adelante. Se llama Oxford. ¿Qué podría fallar?
¡Qué inocencia!
Los brits vs. los españoles
Me acuerdo de una conversación que tuve con un amigo, actor español, que me miraba asombrado cuando le intentaba explicar que simplemente no me gustaba mucho el cine español. No generalizo, pero en muchas ocasiones es demasiado in your face, demasiado directo, brutal, mucha pasión, agresividad, pero poco dialogo, poca construcción ideática. Es solo un choque de personalidades, continuaba yo, suave, para no herir su orgullo español. Simplemente prefiero un dialogo más astuto, un ritmo más lento, más “wit” y menos pasión. Es decir, prefiero el cine y las series británicas, que se ajustan más a mi personalidad. Es una cuestión de gusto personal, nada más.
Y creo que aquí reside el problema de la película Los crímenes de Oxford. El casting es mayoritariamente británico, el personaje principal es americano, el director español, y el escritor del libro en que se basa la peli, argentino. Y todo pasa en Oxford, uno de los más castizos lugares de Inglaterra. ¿Cómo puede un español crear un ambiente tan puramente británico? Simplemente no puede. Hay unas diferencias culturales que no se pueden borran y el resultado es cómico, incluso ridículo.
Si, en vez de ser la película de murder mystery intelectual y refinada que pretende ser, se convierte en pura comedia, donde los personajes parecen caricaturas, el lenguaje que usan es pretencioso y falso, la trama no pega y de vez en cuando, sin ninguna conexión con el hilo de la historia, surgen imágenes o grotescas o sexuales que solo amplifican la imagen de comedia absurda.
Un americano, un español y un británico entran en un bar…
Así podría comenzar un buen chiste, pero no hay ni un gramo de humor en esta película. El director simplemente no entiende la cultura británica y sus intentos se vuelven grotescos.
¿Por qué son los británicos famosos? Por su reina, sus tradiciones, su Shakespeare y el Big Ben, y sobre todo su wit.
El wit británico
¿Qué es ese wit? Una palabra sin una perfecta traducción al español. El diccionario de Cambridge define el Wit como:
1. La capacidad de pensamiento inventivo y comprensión rápida; Inteligencia aguda.
2. Una aptitud natural para usar palabras e ideas de una manera rápida e inventiva para crear humor.
El wit es el tesoro de los británicos. Es su orgullo nacional, lo que los define junto con el stiff upper lip. El wit es también la gran ausencia de esta película.
Tetas, espaguetis y Parmenides
¿Cómo ha pensado Alex de la Iglesia cubrir la falta del wit? Pues, en la mejor manera española, con un gran par de tetas. Sin tetas, no hay paraíso, no? Les ha dado a los británicos, algo que no han visto nunca en su larga historia de películas de crímenes: unas bellas tetas españolas. Las de la actriz madrileña Leonor Watling, cuyo personaje no tiene gran importancia en la historia, a no ser de mostrar sus dotes físicos.
Qué wit, qué nada. La escena es gloriosamente cutre, tan cutre que se merece un premio. Leonor cocina espaguetis a la boloñesa desnuda, solo con delantal puesto. Frodo, lo siento, se me ha escapado, Elijah Wood, que hace de estudiante americano inquieto, se llena la mano de espaguetis y las echa encima de las tetas de la española. No puedo dejar de preguntarme sobre el proceso de racionamiento que está por detrás de esta maravillosa escena de cine. ¿Y por qué espaguetis? ¿Habrán pensado en otros platos? ¿Hubo una lista con platos entre los cuales elegir? ¿Intentaron otros takes para ver cómo quedaba? Realmente, me siento un poco decepcionada. Las maravillosas tetas españolas de Leonor se merecen un plato nacional, hombre. Podrían haber elegido un buen cocido a la madrileña, o una paella, unas patatas bravas con mucha salsa. ¡Un poco de orgullo nacional!
¿Y qué chica no quiere que su novio le recite del griego Parmenides y le explique filosofía cuando tiene espaguetis esparcidos por el pecho y solo un delantal puesto? Estamos en una película británica y esos ingleses son inteligentes, en Oxford nada menos. Cada vez que abren la boca, solo salen palabras de Wittgenstein o Parmenides….ya sabes, lo típico por ahí.
Desafortunadamente, la escena me recuerda el episodio de Seinfeld donde George esconde un gran bocadillo debajo de las sabanas y toma pausas para comer mientras hace sexo. La diferencia es que Seinfeld era una comedia, no un murder mystery británico con aires intelectuales y científicos.
Matemática y filosofía… de algún modo
Pero, la escena de los espaguetis tiene otra rival. La peli abre en plena guerra mundial, con Wittgenstein sentado en el campo de la batalla con las piernas cruzada en posición de yoga y escribiendo nada perturbado por balas, explosiones o gritos.
¿Qué está haciendo? Pregunta un soldado. Está escribiendo en un cuaderno. Nos explica otro, como si no pudiéramos ver lo obvio.
La peli se basa en el libro Crimenes imperceptibles del argentino Guillermo Martínez, que explica en una entrevista: “saco partido de una paradoja lógica de Wittgenstein que muestra que una serie lógica puede tener más de una continuación posible y eso de algún modo lo aplico a la resolución de la serie de crímenes que aparecen en la novela.»
La palabra clave es “de algún modo”. Es decir, de cualquier modo. No he leído el libro y tal vez sea uno de esos libros que no se dan a la interpretación cinematográfica, pero lo que la película muestra es una serie de muertes que intentan ser explicadas por unos principios matemáticos que también necesitan ser explicados y reexplicados. ¿ Un poco confuso? Todo eso y mucho más. ¿Tal vez la insistencia en las explicaciones matemáticas recurrentes a lo largo de la película tenga que ver con el propio fallo del director en entender la conexión entre ellas y las muertes? ¿Esa conexión, hecha, en las palabras del propio autor, «de algún modo»?
En Los Crímenes de Oxford, no busquéis lógica porque no la hay. Ni matemática. Ni suspense. Ni siquiera una muestra realista de la ciudad de Oxford. Los coches son demasiado antiguados para la época, 1993. El ala de enfermos terminales del hospital parece ser del siglo 18. El policía no entiende nada y se consulta a cada paso con los testigos del crimen, llevándolos incluso a la morga. El ruso medio loco no aporta nada a la historia. Tampoco la chica. Bueno, ella si aporta los espaguetis y las tetas y después coge el avión y desaparece. Resulta que a Frodo le importan más las matemáticas que las tetas. Todo es atrozmente construido, los diálogos llenos de palabras grandiosas, estamos en Oxford, por su puesto, pero vacías, las interacciones humanas resultan falsas, los personajes parecen esbozos humanos, la química entre los supuestos enamorados no existe. Ni siquiera el gran actor John Hurt puede brillar en medio de todo este desastre.
Cuando todo lo demás falla, echemos para dentro de la cacerola un par de escenas de sexo torpes, un cuerpo mutilado que, por alguna razón, lo tienen siempre totalmente desnudo en el hospital sin cubrirlo con nada, un loco que entendemos que es ruso por su nombre, pero habla inglés sin ningún acento, una histérica con escote (parece que el director tiene el fetiche de las tetas) y un concierto donde todos van disfrazados porque así hacen esos británicos pomposos por ahí.
Dale a tu mente matemática, Macarena
El director Alex de la Iglesia ha intentado reformar el buen estilo británico de hacer películas de murder mysteries (en el país de Sherlock Holmes y Hercule Poirot nada menos) de la misma manera que Meghan Markle ha intentado cambiar la monarquía.
Considerada como una de las peores películas españolas de la historia y golpeada por la crítica tanto en Gran Bretaña como en los Estados Unidos (ejemplo: «Este supuesto thriller de intriga deja sin resolver el misterio principal: ¿Cómo, y por qué, permitieron rodar esta película» (David Lewis, San Francisco Chronicle), la película Los Crímenes de Oxford ha ganado 3 Goyas en España en 2008.
Sin embargo, yo pienso que Los Crímenes de Oxford debería estudiarse como ejemplo de choque entre culturas. Alex de la Iglesia ha intentado españolizar a los ingleses y lo que ha conseguido es un nuevo hit:
Dale a tu mente matemática, Macarena
Dale a tu cuerpo espaguetis, cosa buena
¡Ay, Macarena!
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