por Alex Mitrani
Texto del catálogo de la exposición PIC ADRIAN. ART PRINCIPAL
Cada uno encuentra la suya. A mí, la contemplación de las obras de Pic Adrian me activa inmediatamente en la cabeza una melodía: Music for airports, de Brian Eno. Seguramente no es casual. Se ha asociado a menudo a Pic Adrian con el minimalismo (habría mucho que discutir sobre el uso de este término, hoy banalizado en extremo). No pienso en Steve Reich o en el serialismo más radical, a veces polifónico y enervante. Music for airports me parece más cercano a su pintura porque hay en ésta una claridad, una serenidad y un orden nada fríos, más bien aterciopelados, y que remiten no sólo a un estado mental sino a una civilización y un ideal en el que ciencia y meditación poética se abrazan.
Más allá de nuestra percepción subjetiva, la obra de Adrian ha merecido estudios elaborados por parte de críticos muy relevantes y el propio artista elaboró un necesario y fascinante armazón teórico a su alrededor. Hay diferentes vías de recepción de esta obra. Naturalmente, es necesaria una mirada histórica, pues Pic Adrian pertenece a una genealogía muy concreta del arte de vanguardia, la de la abstracción geométrica, y no como simple seguidor sino como un eslabón coherente y original.
Fuente fotos: galeriamarlborough.com
En la genealogía de la abstracción
Barcelona no ha sido un contexto propicio para la pintura geométrica. Pic Adrian estuvo ligado a la comunidad artística y cultural de la ciudad, si bien su carrera se desarrolló en clave internacional, centroeuropea. Abstracto desde la década de 1960, en sus inicios mostraba ecos paisajistas y orgánicos, incluso texturales, con conexiones con el informalismo. Pronto, no obstante, desarrolló su lenguaje maduro, resultado de un exigente proceso de depuración, alcanzando una simplicidad fascinante. Él mismo lo describió teóricamente como Esencialismo y, luego, como Arte Principial.
Cesáreo Rodríguez-Aguilera lo compara con Lucio Fontana, por su preocupación espacial y el modo de usar la línea como corte. Pensando en otros contemporáneos de su talla, Max Bill, por ejemplo, trató de hacer un arte basado en el orden geométrico. Carlos Cruz-Diez también pautó espacios cromáticos, pero con otros objetivos, cinéticos y sensoriales. Son artistas distintos: el Arte Principial no encaja en el Op Art o el cinético, ni en el Minimal o el Arte Concreto, pero forma parte de esa familia. La verdad es que Pic Adrian tiene un vínculo muy directo con los primeros maestros, los creadores de la abstracción geométrica. De Kandinsky toma su vocación hipnótica, expresiva y musical. De Piet Mondrian sigue el valor esencial del blanco y la ordenación perpendicular, perceptible en Adrian pero sin entramado lineal explícito. Y no olvidemos a Jean Arp, a quien admiraba por su sentido del azar, que compensa las tentaciones de lo sistemático. Podríamos añadir otros: aunque es pintura y por tanto imagen fija, hay algo cinematográfico en las piezas de Adrian que nos recuerda los films abstractos de Viking Eggeling y Hans Richter. Sus obras son estáticas pero sugieren un desplazamiento. No se acaban en sí mismas. No son algo perfecto, cerrado: van más allá, respiran, se proyectan. Lo importante, pues, es que la obra de Pic Adrian nos ofrece un mundo nunca visto pero que, a la vez, tiene algo que parece conectar con la contemporaneidad. Si posee un sentido cósmico (en el sentido original del término, vinculado a la idea de universo ordenado) hay también una afinidad con lo mejor de nuestra civilización material, con el tecnologismo del diseño industrial y los avances inimaginables de la ciencia sobre el universo y la vida.
De la ciencia al arte
El interés de Pic Adrian por la ciencia es manifiesto. En sus textos leemos referencias a un mundo transmisible por el 0 y el 1, es decir, a las combinaciones binarias que están en la base de la computación informática. Si bien advierte que “el arte no es una máquina”, hay que abordar el cientifismo de su obra que evoca la precisión de lo matemático y de la abstracción teórica. Evita, no obstante, una concisión en exceso artificial y mantiene cualidades específicas y preciadas de la pintura, su naturaleza de arte físico, real, artesanal incluso. Es un arte humano, pariente del “humanismo cósmico” de Yves Klein, como insiste Pierre Restany.
De hecho, la física moderna, de base matemática, es hoy tan sublime como hermética, pura poesía, es capaz de llevarnos a intuiciones vertiginosas sobre el mundo, el espacio, el tiempo y su infinitud. No es extraño que Pic Adrian conociera en París al premio Nobel de física Louis de Broglie, descubridor de la naturaleza ondulativa del electrón, seguidor de los principios de Einstein. Tiene todo el sentido que el arte haya querido reflejar, a su modo, el nuevo paradigma científico en la comprensión del universo. Arte, ciencia y trascendencia se encuentran cada vez más cerca. Pic Adrian se mueve en este terreno de síntesis.
Luz de Pic Adrian
Su obra se sitúa así en un lugar más allá de lo expresable en palabras y de su vocación narrativa. Es por eso que la podríamos considerar musical y mental. Y todo ello alejado de cualquier pedantería. Al contrario, se perciben un pudor y un rigor estrictos. Sobre unos fondos generalmente claros -que no descartan la posibilidad de un negro nocturno- se desarrollan una serie de líneas y puntos que ordenan el espacio. Para Arnau Puig se trata de “espacios afectados por incidencias”. Para Gillo Dorfles sus “trazos anímicos” son “recorridos en los tiempos hacia un espacio por llegar”. Hay que precisar que los fondos de Adrian no son fondos en el sentido tradicional, simples escenarios, simulaciones de lo profundo, sino una suerte de vacío pero tampoco un vacío hueco, ni ausente, sino acogedor. El físico y divulgador científico Carlo Rovelli recuerda que no existe un vacío que sea completamente vacío en el cosmos. De aquí seguramente esa querencia de Adrian por los grises, delicados y sutiles. El trazo y la línea los atraviesan, como estiletes de luz. A diferencia de los zips de Barnett Newman, esas secuencias longitudinales nunca cierran ni separan. Son algo como un río, dinámico y Sin título, 1997, técnica mixta sobre papel, 51 x 41 cm Sin título, 1997, técnica mixta sobre papel, 51 x 41 cm heraclitiano.
Lo mismo podemos apreciar frente a su trabajo sobre papel. En ningún momento parece ser un esbozo. A Pic Adrian le interesa el plano, las posibilidades que ofrece el collage para crear, para ligar los espacios en la más estricta bidimensionalidad. Cuando usa técnicas y materiales procedentes de las artes gráficas lo hace de modo lírico y refinado. Sus pautas nunca son coercitivas sino un trayecto, un paisaje en el cual abstraernos, literalmente. No hay frialdad en estas obras, solo bondad, inteligencia, serenidad y preguntas. Su belleza serena sugiere una reconciliación entre razón y espiritualidad. Todo en ellas es pertinente, actual.