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Tudor, textos sobre su obra

Tudor, textos sobre su obra

Revista Madrid en Marco

  Los grandes artistas merecen tener buenos amigos, y los buenos amigos merecen contar entre ellos a grandes artistas. Es una máxima que se pone de manifiesto en “Tudor: textos sobre su obra”, una de las recientes publicaciones de la editorial española Niram Art. En él, seis autores, entre escritores, críticos y artistas, rinden homenaje al pintor Tudor Serbanescu. La obra abarca la amplia trayectoria del pintor y la variedad de sus trabajos. Pero no sólo esto. Los seis autores coinciden al insertar también apreciaciones sobre la personalidad y el contacto con Tudor Serbanescu, y el reflejo de aquello en sus pinturas a través del ánimo de sus colores y trazos.

Abre el volumen un extenso ensayo titulado “Pan y Arte”, del escritor y crítico Héctor Martínez, quien entrelaza la forma de ser de Tudor Serbanescu con un análisis de sus series de óleos dedicados a Unicornios y las series de tintas. «Va de aquí para allá por la sala, viene y va, sonríe, se muestra muy amigable… lo que en España venimos a llamar un hombre campechano, es decir, según los diccionarios, llano y cordial, sin formulismos ni ceremonias, franco y sencillo», describe Héctor Martínez. La estrecha relación entre escritor y pintor nos lleva a leer la anecdótica historia de cómo surgió el retrato que el segundo hizo del primero, figurándole cual unicornio, seguida de inmediato de la contestación de Héctor Martínez con un poema sobre el mismo hecho que rinde honores al artista y a su generosidad.

La profesora Maria Teresa Domingo recorre las distintas facetas del arte de Tudor Serbanescu, también desde la serie de unicornios, pasando por su labor en portadas de libros –como Gómez de la Serna era trotskista-, retratos, tintas, desprendiendo un análisis hondo de cada elemento del universo simbólico del pintor que la lleva a la afirmación de que «con Tudor Serbanescu partimos de la leyenda y fundimos, en palabras de Cernuda “la realidad y el deseo”».

El también escritor Fabianni Belemuski teje unas páginas de indudable valor filosófico sobre el arte y el artista, para las que son ejemplo y modelo Tudor Serbanescu. «El artista es el hombre que no puede dejar de ser (…) un cúmulo de ideas, de sentimientos, de relaciones, de fragmentos. El pintor lo sacrifica todo para ser espíritu. El pintor es ya eterno desde el momento en que empieza a crear sin saber por qué lo hace». La humanidad del pintor, como esencia del arte definen a Serbanescu: «Tudor Serbanescu es consciente de que el arte siempre volverá al hombre (…) su obra está manifiestamente orientada hacia los mundos humanos, siempre inacabados e imperfectos, pero siempre presos de la fantasía».

Entre las colaboraciones al volumen, encontramos en primer lugar las palabras de otro escritor, Diego Vadillo López, cuya amistad con el artista produjo la mencionada y conocida portada de su libro Gómez de la Serna era trotskista, continuada su relación en otra portada para La bolsa o la lira. El “Maestro Tudor”, como gusta llamarle, se dibuja a través de líneas líricas que empiezan en la mirada azul del pintor para desembocar en su obra y su creación. Para él, Tudor Serbanescu «muestra en carne viva las esencias (…) lleva implícito el antídoto contra la sordidez pictórica, quizá producto de un temperamento tierno, evocativo y suavemente nostálgico». Por su lado, la poetisa Dusica Nikolic Dann comparte el tono poético de Diego Vadillo al partir del mismo modo de la azul mirada del pintor, vertida en color sobre sus cuadros. «Todo tiene su poesía y su música interna, como si aquel violinista suyo, dibujado en tinta china, estuviera detrás de cada obra ensayando para un gran estreno».

La última colaboración, que cierra el volumen, llega de manos del artista M.I.E.D.H.O., quien completa esta cosmovisión del universo de Tudor Serbanescu descrito como un «tejedor de sueños (…) con un inusitado derroche de sensibilidad. (…) El movimiento de sus brazos en el aire se figura como un fino vuelo que roza la tela, que no desespera, una danza paciente y serpenteante que parece seguir una armoniosa melodía interior, un deslizamiento de las cerdas y el color en un pausado requiebro de la muñeca», punto en el que se entrecruzan las miradas de sus predecesores en el libro y que parece haber servido de eje vertebrador a este sentido homenaje.

Efectivamente, tras leer Tudor: textos sobre su obra, con las descripciones del pintor y los análisis de sus obras, quedan demostradas dos cosas: Tudor Serbanescu tiene buenos y muy sinceros amigos a su alrededor, capaces de regalarle estas páginas; pero también estos buenos amigos cuentan con un gran artista como Tudor Serbanescu, capaz de crear un mundo maravilloso al que nos invita en cada cuadro.

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