Por Diego Vadillo López – escritor y crítico literario
Azay Art Magazine
En femenino plural (Editorial Niram Art) es un simpatiquísimo y ameno compendio de relatos que tienen como hilo conductor a la mujer, una y diversa.
Nos muestra Juana Castillo Escobar un abanico de situaciones que poseen como protagonistas a diferentes mujeres en las más inimaginables tesituras de la cotidianidad, y es que uno de los principales atractivos del libro es la manera, entrañable y audaz a un tiempo, de presentarnos enfoques conocidos de la realidad si bien trascendidos por serles aplicado el zoom estilístico-literario.
Uno de los elementos que más gracia me hizo fue el símbolo de “la faja”, como elemento opresivo —psíquica y físicamente—; aparece más de diez veces enunciado el susodicho vocablo. Juana se hace eco de todos los condicionantes que flanquean los pasos de la mujer en la actualidad.
Sin ánimo de incursionar ni mucho menos en fenómeno tan heteróclito y complejo como es el feminismo, sí es cierto que —aparte de ser hondamente femenino— el libro que nos ocupa posee ciertos tintes feministas; de fondo hay un cierto reproche a la mujer por asumir determinados roles que contribuyen a subyugarlas más si cabe en una sociedad ya de por sí tiránica en términos generales.
“La faja, o: ‘A cada cerdo le llega su San Martín’” es el primer relato del conjunto y ya anticipa el tonillo macabro que irá apareciendo guadianamente por muchos de los capítulos, no en vano nuestra autora juega mucho con lo luctuoso; en este primer capítulo hace cumplido uso de la sinonimia cuando emplea las más inusuales formas de referirse a un muerto: finado, occiso…
El escepticismo es otra de las características archipresentes en esta obra, buen ejemplo es “Las buenas intenciones”, que viene a ser un compendio de tópicos navideños con macabra tintura —como no podía ser de otra forma—.
“Esta silla es mía” emparenta con otros relatos en lo certero de la traslación de atmósferas angustiosas. El itinerario femenino que se nos muestra agota incluso al lector más pintado, viniéndosenos a la cabeza aquel título de Carmen Rico Godoy, Cómo ser mujer y no morir en el intento.
En “Cuando Ángel se fue” reaparece lo luctuoso en lo que se me antoja un tributo a Cinco horas con Mario.
“Una visita intempestiva” supone la entrada de Castillo Escobar en los territorios del psico-thriller, campando lo lóbrego, que anticipábamos, a sus anchas y de qué manera… Uno quiere desear que Laura —la protagonista— no exista en la realidad, el lector, sobre todo masculino, entenderá por qué.
“Estrellas estrelladas”, último de los relatos, me gustó especialmente. En él se da cuenta del mutuo escrutinio que se hacen dos jóvenes esbeltas y una mujer madura mientras esperan para una entrevista en una agencia. Especialmente simpática me pareció la descripción que de sí misma hacía la última, comparándose con la madre Gea: “achatada por los polos y ensanchada por el ecuador”. No quiero anticipar mucho más sobre este último capítulo, solo diré que acaba bien, lo que vendría a suponer un guiño de esperanza por parte de nuestra autora, quien se maneja ora con sarcasmo, ora con velada ironía, consciente, suponemos, del absurdo que caracteriza a nuestra civilización.