Por Diego Vadillo López – escritor y analista de arte
Publicado en la Revista Azay Art Magazine
Es la de Blanca del Valle una poesía que refiere aspectos vivenciales de gran complejidad mediante una fórmula radicada en la sencillez, esto es: se trata de una poesía muy desnuda, de gran pureza y esencialidad, sin más artificio que el sentimiento a flor de piel que va contenido en cada verso de cada estrofa de cada poema y que es atraído muchas veces por la memoria a… ¿corto, medio o largo?… plazo.
La mayor parte de las piezas contenidas en “Poemas de ayer” (Niram Art, 2014) encierran reflexiones de carácter vivencial-existencial expresadas a través de los elementos de la naturaleza, que aportan una embriagadora y nada engolada plasticidad. En efecto, hay una sugestiva estética de lo natural-paisajístico.
Asimismo, encierra el poemario en conjunto una música de fondo como de nostalgia, en muchos casos se intuye que producto de esa introspección, ya desengañada, que deja entrever un dejo de finísimo escepticismo hacia el amor.
El yo poético es un contemplativo glosador de diferentes y diversos lances del ayer. Hay como una añoranza de la edad de oro, de la infancia, a lo largo de todo el libro.
En conexión a lo anterior, también hay un recurso a lo sinestésico cuando de relacionar lo abstracto con lo táctil se trata, como en el poema “Quisiera pintar”, donde la poetisa dice que pinta sus flaquezas “para no verlas tan feas”.
Además, estilísticamente, hay cabida para la audacia, como en el poema “La sonrisa”, algunos de cuyos versos dicen: “porque una sonrisa es/ ganzúa que abre las puertas/ de todos los corazones/ y de todas las fronteras”.
En “Triste despertar” queda expresado el miedo ante la vida a través de las adversidades atmosféricas, nuevamente la naturaleza, de cada estación, cosa que ocurre si se nos deja a merced de los elementos. Y es que parece decirnos Blanca del Valle que no hay estación que nos deje indemnes si se está indefenso, y dicha indefensión parece venir, si nos atenemos a sus poemas, en gran medida, de la soledad, pues en los últimos versos de “Sin rumbo” escribe: “Es morir, vivir a solas/ contemplando el paisaje de la vida,/ un rincón del mundo nos parece/ la eternidad perdida”.
Otro poema que corrobora lo hasta aquí dicho es “En tinieblas”, que dice así: “Hoy el sol,/ para mí no ha salido/ hoy está/ en tinieblas mi alma.// Hoy no espero/ Señor de la vida, / ni vida ni nada”.