Revista Madrid en Marco
Transcribir un diálogo tiene cierto acento voyeur. De pronto, el lector se encuentra ante lo que sabe fue un hecho efímero, palabras habladas con el ritmo de la voz, no pensadas en primera instancia para el papel, y cuyo origen se está en el encuentro de dos personas. Todos hemos sentido la tentación de escuchar con el oído pegado al culo de un vaso apoyado en la pared, todos nos hemos sorprendido descifrando voces vecinales que nos llegan interferidas por el aire o nos hemos frustrado por no descifrar esos sonidos articulados que hablaban de algo que nos interesaba allí donde no fuimos invitados. Un libro de conversaciones puede producir este efecto, tanto como la lectura de un diario secreto.
Para los griegos, al menos para Sócrates, siempre fue más importante el diálogo que la escritura. Se cuenta que lo único que redactó, un poema, acabó por quemarlo. Platón ideó el género inspirado por su maestro, y durante siglos lo hemos leído concienzudamente, creo más por su carácter de confidencia desvelada, por su valor literario al reflejar una conversación dialéctica entre griegos clásicos, que por la verdad expuesta en ellos. ¿Por qué Platón diría aquello de que nadie pondría por escrito lo que verdaderamente piensa? Simple y llanamente porque lo escrito representa un muerto, lo inerte de algo vivo, lo que queda de la palabra viva, esto es, la palabra impresa.
Gracias a esa palabra impresa accedemos a algo que sería imposible de todo punto: asistir a un momento privado en el tiempo. Y cuando esos momentos los interlocutores los consideran únicos, necesarios, bien pueden tomar la iniciativa que Michel Houellebecq y Fabianni Belemuski tomaron para publicar sus diálogos en “Michel Houellebecq, diálogos con Fabianni Belemuski” (Niram Art, 2013).
El libro ya empieza de forma espectacular con el retrato del escritor francés obra de la reconocida y polifacética artista plástica Rita Martorell, quien suma, con este trabajo, un nuevo rostro a la gran galería de personajes que han contado con su excelente hacer artístico. Un retrato expresivo de facciones marcadas, entre luces y sombras y mirada tan clara como enigmática, interrogante y silenciosa. A mi modo de ver, el mejor retrato que al escritor se haya hecho hasta la fecha, pues no se limita a la mera fisionomía, sino que arriesga Martorell para dar con la síntesis del autor de El mapa y el territorio, Las partículas elementales y La posibilidad de una isla.
Tenemos el rostro de quien va a hablar, casi como tuviéramos que imaginarlo a lo largo de las páginas del libro. Como en la frase hecha, Belemuski y Houellebecq hablan de lo humano y lo divino, y hasta de lo perruno (esto último no lo digo con sorna, al contrario, las reflexiones en torno al perro van con altura de miras). No se trata únicamente del universo literario de Houellebecq, sino de diluir «un poco el velo de misterio que envuelve al autor para acercarnos mejor al hombre Michel Houellebecq». Se van descorriendo velos partiendo del escritor para desembocar en la persona, desconocida para muchos. Éste es, sin duda, uno de los mayores aciertos de una publicación como la que tenemos entre manos. Su visión del decadente Occidente que olvidó sus raíces, la crítica a una Europa cuyo proyecto de unión carece de sentido y entidad, sus preferencias literarias y filosóficas, el aprecio por el personaje femenino y el papel de la mujer en sus novelas (toda vez que al respecto se le ha atacado con fiereza), la religión y su poder cohesionador, son algunos de los temas, aunque no todos.
Fabianni Belemuski logra mantener el equilibrio entre el periodista y el escritor que le habitan, sostenidos por la curiosidad y la admiración. Con ello, consigue que el libro no sea la simple plasmación de una entrevista de periódico, sino el decurso natural de una conversación. No sólo pregunta con certera puntería, sino que afirma y niega, interpreta y enlaza, eliminando la bilateralidad de la mera entrevista y sumergiéndose en el intercambio intelectual de posturas y opiniones, hasta dibujar ese rostro de la portada.
El libro adjunta las palabras de Michel Houellebecq en la Universidad Complutense de Madrid en diciembre de 2011 y el diálogo que mantuvo con el abarrotado Salón de Actos de la Facultad de Ciencias de la Información. Todos ellos se encontraron con el escritor que al mirarse afirma «No pertenezco a ningún movimiento teórico y he tenido suerte porque si hubiese escrito treinta años antes me hubiesen incluido en alguno. He llegado justo después del agotamiento definitivo de los grandes movimientos teóricos. Esta es mi posición en la literatura francesa».
Todo en esta obra recupera el sabor del diálogo antiguo, sin teatralidad, cuando se puede conocer mejor al interlocutor, lejos de críticos, amantes y detractores, sin mediaciones. Lo que comenzó como conversación íntima, tertulia pública y derivó en proyecto ha desembocado en un libro con buen criterio y exclusivo de la Editorial Niram Art, un lujo literario apto para todos los bolsillos.