“Ekún”de Francesc Hidalgo Bautista, un viaje hacia la dignidad humana desde la degradación
Por Diego Vadillo López – escritor y analista de arte
revista Niram Art
En tiempos de innovación y postproducción en todos los ámbitos de la vida en general y de la cultura más en concreto, Francesc Hidalgo nos invita a un viaje narrativo por las esencias de lo novelístico, esto es, recupera ciertos rasgos de la época en que tal género adquirió su más nítido esplendor. Y es que “Ekún” nos refiere una de las mayores vergüenzas de que ha sido protagonista la humanidad, esa barbarie que padecieron y, aún hoy, padecen en algunos puntos del planeta unos seres humanos bajo el yugo de otros congéneres más cercanos a la inhumanidad: la esclavitud. Nos remonta Hidalgo a los tiempos en que la novela principiaba a establecer el canon que marcaría sus rasgos más distintivos en paralelo a la conformación de un panorama en el que la expansión colonial desembocaba en una de las formas de explotación más descarnadas del hombre por el hombre: el siglo XVIII.
Sí, Francesc Hidalgo nos invita a un recorrido por el XVIII a través de los moldes novelísticos decimonónicos. Pareciera nuestro autor un decimonónico que mirara hacia un siglo atrás cuando, abatido el idealismo, nuevos aires conducían hacia el análisis detenido de la realidad. Tal cosa se puede observar en la descripción precisa de una realidad que, si bien no pudo escrutar contemporáneamente, a pie de calle, ha logrado conocer de otro modo: paliando la imposibilidad de poseer cercanía a los hechos a través de una exhaustiva documentación; así consigue proporcionarnos esa sensación de cercano observador, como solían ser en el XIX los novelistas, que tendían a escribir sobre asuntos próximos respecto a sí en tiempo y emplazamiento.
Otro rasgo que inscribiría a Hidalgo en el decimonónico emplazamiento libresco sería la minucia con que analiza los temperamentos y motivaciones de los personajes, lo que se suele venir llamando pintura de caracteres, tendencia que venía conformándose desde un siglo atrás, y es que, como escribía Vítor Manuel de Aguiar e Silva: “Durante el siglo XVIII, la novela se transforma en análisis penetrante […] de las pasiones y de los sentimientos humanos” (“Teoría de la literatura”, Gredos, Madrid, 1972, p. 204).
También se adscribiría el autor de “Ekún” al propósito de crítica social tan vigente en la novela de aquel tiempo. Y todo desde un estilo sobrio, claro y exacto donde el narrador desaparece de las páginas pero a un tiempo está presente a través de sus juicios y observaciones personales.
El argumento aquí gira en torno a un personaje principal, aquel cuyo nombre da título a la novela: Ekún, un guerrero yoruba que es capturado y vendido como esclavo. Pero este, pese a vertebrar la trama, comparte protagonismo con otros dos personajes: Nicoletta y Beatriz; también, quizá, con su principal antagonista: el negrero Dimas.
Todos ellos son expresión del conflicto principal que refiere la novela, que también porta ciertos tintes naturalistas, por ejemplo en lo que respecta al abordaje de asuntos como la miseria humana, la marginación, la sordidez y, en definitiva, el pesimismo vital en un marco en el que se nos muestra el calvario padecido por los hombres y mujeres de las tribus africanas expropiados de su hábitat por los negreros y su posterior traslado como mercancía desde África al Caribe.
En fin, como corresponde al prototipo de la novela realista decimonónica, en “Ekún” aparecen un número limitado de personajes importantes a los que se dota de una configuración física, psicológica y moral compleja y muy elaborada, la cual podemos percibir a través de pasajes narrativos, descriptivos y dialogados.
También hace uso nuestro autor del tan característico subgénero epistolar: se incluyen las reflexiones que Nicoletta va escribiendo en su diario, siendo tales pasajes auténticos retazos de vivencia emocional a flor de piel. Esta técnica viene a dar un respiro a la voz del narrador omnisciente que, en ocasiones, también se fusiona con los personajes a través del estilo libre indirecto, como en el siguiente pasaje, en el que queda patente la intersección novelista-personaje: “Ni de pensamiento podía existir la posibilidad de acabar con la vida de su esposo”.
Todo incide al fin en la puesta en evidencia fehaciente de las distintas aristas que portan los personajes, entendidas como conjunto de grandezas y miserias; eso, la controversia, los hace si cabe más reales.
Igualmente henchida de verismo nos es trasladada la atmósfera esclavista del XVIII; esta es objeto de una afinada vivisección, aunque no habría que olvidar las palabras de Carlos García Gual cuando este afirmaba que “una buena recreación histórica puede darse en una novela, y hay estupendos ejemplos de ello. Pero el valor de una novela no viene dado por su fiel reconstrucción de los decorados y marco histórico, sino por su interés dramático y su calidad literaria”(“La antigüedad novelada”, Anagrama, Barcelona, 1995, p. 12), y todos esos ingredientes los hallará el lector de “Ekún”: crudelérrimo dramatismo, agilidad narrativa y presentación de hermosas estampas compaginadas con la descripción de las más truculentas escenas. También despliega el autor un amplio conocimiento del mundo de la navegación el cual va desarrollando a lo largo de toda la novela; los campos semánticos y asociativos del mundo marinero nos resultan instructivos a ese respecto esgrimidos en su correspondiente contexto. También nos entera Francesc Hidalgo acerca de ciertas idiosincrasias de algunas de las tribus cuyos miembros fueron arrebatados de su “modus vivendi”.
En fin, el lector que se adentre en “Ekún” transitará por una aventura que le producirá honda conmoción además de mantenerlo totalmente asido a la evolución de los acontecimientos, que van teniendo lugar a lo largo de los días, meses, incluso años. Acontecimientos que irán dando giros sorprendentes y emocionantes. Por todo ello, invitamos al lector a embarcarse en esta trepidante y conmovedora aventura.