Diego Vadillo López
Azay Art Magazine
El pasado 23 de septiembre tuvo lugar en la librería Cervantes y Compañía la presentación del libro “La Nena” (Niram Art Editorial, 2014), de la escritora y artista plástica bonaerense Ana Unhold, con la que tuve el gusto de compartir una amena charla a cerca de dicha obra, una novela cargada de emotividad y narrada con prosa enérgica y vigorosa.
Se trata de la biografía novelada de Rosario (“La Nena”), la hija bastarda de una sirvienta (así como del mismo siglo XX) destinada a la misma suerte que su propia madre en una hacienda situada en la Patagonia, estando muy presente el paisaje de la Pampa.
Ana Unhold conoció la historia de Rosario a través de una amiga en cuya casa había servido esta mujer, conmoviendo a la autora su vida hasta el punto de llevarla a la literatura.
Unhold quería hacer visible a través de “La Nena” la vida de todas esas personas que carecen de la posibilidad de vivir su propia vida. De hecho, se percibe una fuerte empatía entre la narradora y su personaje, existiendo dos velocidades en el relato: una, más morosa, que es la que comparece cuando se aborda directamente la figura de “La Nena”, y otra, más veloz, que emerge cuando se refiere lo demás.
Gran importancia adquiere el contexto mismo por el que transcurren los noventa años de Rosario, pues se va dando cuenta de todos los hechos relevantes de la reciente historia Argentina: el peronismo, la Dictadura Militar, las Malvinas…
Un rasgo muy reseñable es el gusto por el saber y la sensibilidad natural de Rosario, quien se fue forjando una cierta cultura apoyada en las pocas clases a que asistió y en su gusto por la lectura.
A cuenta de lo anterior afirmaba Ana Unhold el hecho de que muchas veces a gente con grandes dotes les falta el contexto y las circunstancias.
Otro aspecto que llamó mi atención de la novela que nos ocupa fue el estilístico, pues la autora va haciendo uso de símiles e imágenes muy sugerentes, como cuando compara la vida de “La Nena” con una sinfonía, con sus movimientos, sus tiempos suaves y armónicos, los crescendos, los silencios…, o cuando, haciendo balance de su periplo vital al cumplir los sesenta, escribe que “una mochila de piedras le pesaba en la espalda”, o cuando cuenta cómo a “La Nena” le gustaba escuchar “el concierto de pájaros de la tarde”.
Como queda presente en esta novela, Ana Unhold dice beber más de la experiencia sensible (de la observación), del sedimento que se forma a través de ésta, que de la pura imaginación. Para ella la vivencia es el paso previo a la creatividad, una creatividad que encauza de muy diversas formas: artes plásticas, música, literatura, e incluso diría que docencia (pues la docencia también implica ser creativo), toda vez que fue profesora de Ciencias Naturales, y es que asimismo es bióloga. Quizá no quiso conformarse con constatar regularidades, pasando también a la indagación de singularidades. No en vano, igual que el científico no prescinde de la intuición (intueri, que etimológicamente significa “observar atentamente”), el artista tampoco reniega de la reflexión. “La Nena” sería un compendio de ambas características.