Por Diego Vadillo López – escritor y analista de arte
Azay Art Magazine
Es “Rituales de la Bella Pagana. Diálogos de amor” (Editorial Niram Art), de Fernando Valerio-Holguín, una auténtica delicia para los sentidos. Y con esto que digo no corro el riesgo de caer en un lugar común, ya que cualquiera que se acerque a la lectura de dicho poemario comprobará que contiene una serie de piezas de hondo componente sensorial. De la lectura del mismo se desprende una grata y arrebatadora musicalidad así como un elemento pictórico nada desdeñable. La música del paisaje identificado con el sentimiento transcurre a lo largo de los versos que pueblan la obra toda.
“La Bella Pagana” es por otra parte un libro muy sincrético que, intuimos, fue escrito en una serie de momentos muy determinados, esos en los que el alma se torna permeable a determinadas acometidas de la inspiración.
Asimismo Valerio-Holguín se vale de gran parte del legado poético-cultural tanto oriental como occidental, acervo que lo ha acompañado en este trance. Por tal motivo, no se trata de un libro de fácil catalogación, si bien cercano por momentos al poema en prosa baudelariano. Y diría que muchos de sus poemas son concomitantes con la égloga garcilasiana. Salpimentado el conjunto de apotegma budista y teórica discursividad interdisciplinaria.
Además, los exuberantes versículos que conforman toda la obra gozan de un ritmo misterioso que se une al halo de misterio que anega el libro en su totalidad.
Valerio-Holguín, músico aparte de literato, es músico, quizá por ello transforme tan diestramente la emoción en ritmo. A la música se une un profuso simbolismo tributario de los simbolistas franceses, Verlaine y por ahí.
Así las cosas, tenemos que “La Bella Pagana” es el hilo conductor de la expresión emocional de Valerio-Holguín aderezada con elementos ingentes de la poesía universal. Más que la materialización de algo-alguien concreto, es la disolución de…, pues nos llega desleída su remembranza. Gratamente desleída en poética disposición.